El viento enajenado
desgajó los árboles del huerto.
Como rugiente monstruo liberado
asustó a los pájaros y destruyó sus nidos.
Se fué después
creyendo haber vencido.
Llegó la brisa y dulcemente
perdón pidió a todos los caídos.
En el jardín donde la rosa estaba
buscó los pétalos perdidos
mientras la rosa blanca desflorada
perfumaba aún en su martirio.
La brisa recogió el perfume
y lo llevó por todos los caminos.
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